El nacimiento de una nueva idea

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Siempre he creído que es imposible poder forzar la creatividad, que uno no puede obligarse a crear, sino que, por el contrario, el proceso de creación es totalmente espontáneo, y que no ocurre a menos de que haya ciertas estrellas alineadas en el momento preciso. Esto no lo digo porque lo hay escuchado en alguna parte, muy posiblemente allá afuera habrá muchas personas que no estén de acuerdo conmigo, y me parece tan perfecto como natural; aun así, mi postura al respecto viene a ser mi propia conclusión, después de haber intentado sentarme a escribir durante un bloqueo, o a forzarme a tener una idea para algo en particular, cuando no tenía la mínima inspiración o motivación.

A este punto muchos de ustedes podrían pensar que mi planteamiento del proceso creativo es a decir poco voluble, y que incluso puede sonar inconstante, pero desde mi punto de vista, hay una magia en la espontaneidad que jamás podrá encontrarse en la rutina; para mí, las ideas son como chispas; llamas que pueden crearse de la nada, sin previo aviso, siempre y cuanto se cumplan algunos factores ambientales. Chispas que pueden pasar desapercibidas en algunos casos, pero en otros, arder con la intensidad de mil soles.

Por lo general, cuando quiero hacer algo, cuando tengo un proyecto entre manos, suelo darle vueltas por días, pensando con cabeza fría cual sería la mejor forma de abordarlo, o más importante aún, si es factible o vale la pena invertir mi tiempo en ese algo. A veces este proceso dura semanas, meses; en el que nada sucede, nada se desarrolla; pero en algunas ocasiones, cuando incluso una parte de mí parecía haber descartado ese algo por completo, la idea surge, se revela y empieza a tomar forma por sí misma, sin nada ni nadie que la detenga.

La mayoría de las mías ocurren después de largos días de insomnio, acostándome a las tres de la madrugada aunque me despierte temprano por la mañana; hasta que uno de esos días, al abrir los ojos, la idea se presenta como una epifanía, una que me hace levantarme de la cama, encender mi ordenador y comenzar a crear como si mi vida dependiera de ello, como si no hubiese un “luego”.

Fue de esta manera que surgió mi primera novela: “Dos años después”. Fue en mañanas como esa que supe cómo se desenvolvían ciertas sub tramas, como desarrollar ciertos personajes, o como terminaba el libro. Repitiendo la misma fórmula, también fue concebida y concluida mi segunda novela: “Bajo los pétalos de la azalea” y nada ha cambiado con el libro que estoy escribiendo justo ahora, uno del que espero poder hablarles pronto.

El motivo por el que hoy me decidí a escribir esta entrada en el blog (que por cierto es la primera) es debido a que hoy, 15 de febrero del 2021, desperté una vez más con una idea en mente, una que mentiría si les dijera que no había tenido antes, pero que hoy fue diferente, hoy se sintió totalmente posible. Así que estás palabras que están leyendo, son posiblemente un break, un descanso mientras construyo una de esas ideas que nacen y se propagan como llamas hambrientas, como electricidad en un proceso de sinapsis que resulte, (espero) en una nueva y maravillosa historia.

Hoy ha sido un buen día, hoy vio la luz, una nueva idea.

Alberto-Meinhardt